Hace un tiempo atrás me encontré con este material escrito por un docente Adrián Duplatt*, de quien fui alumna en algunas cátedras cursando la carrera en Comodoro Rivadavia.
Cercanos a la fecha de cumplirse un nuevo aniversario de aquellos cacerolazos que movilizaron a un país e hicieron tambalear toda la estructura política quiero compartir parte de su trabajo en este espacio...
Sur, cacerolazos y, ¿después?
La euforia que sobrevino después de diciembre de 2001, envalentonó a la ciudadanía que pedía a los políticos "que se fueran todos" y a la Corte Suprema, su renuncia o su juicio político. La huida del ex presidente parecía darles la razón. "El pueblo unido, jamás será vencido".
En las asambleas barriales se discutía el futuro del país. Los ciudadanos ejercían la democracia real y directa. Nadie los representaba y en las reuniones reinaba la horizontalidad. "Cuidado -decía el diario La Nación-, el pueblo debe gobernar sólo a través de sus representantes", temiendo, tal vez, un renacer vernáculo de los lejanos soviets.
Más movilizaciones y más cacerolazos, terminaron con la presidencia provisional de Ramón Puertas. Su sucesor, Rodríguez Sáa corrió igual suerte, empujado, a su vez, por entuertos internos del Partido Justicialista.
El poder en manos de la gente no tenía límites. El paradigma neoliberal que durante la década del noventa acunó la crisis argentina, tenía los días contados, al igual que los "políticos corruptos" que lo defendieron. Había nacido otra política.
Hoy, esa euforia mutó, en muchos casos, en decepción. Los políticos no se fueron todos, sino que se quedaron como siempre por lo que si los políticos son los mismos, sus formas de hacer política tampoco variaron mucho.
A la gente, en su vida cotidiana, no le fue mejor. En resumidas cuentas, los que ganan y los que pierden son los mismos de siempre.
Existen, entonces, sobradas y palpables razones para la decepción que se señalara anteriormente. ¿Quiere decir esto que las movilizaciones, cacerolazos y la sangre derramada en diciembre de 2001 no sirvió para nada? No creo que eso sea así de drástico.
En primer lugar, podríamos definir lo ocurrido en ese diciembre, no como sucesos revolucionarios que iban a cambiar las estructuras de la sociedad, sino como la construcción de un "contrapoder", una política al margen de la estrategia tradicional de toma del Estado. José Pablo Feinmann -escritor y filósofo-, parafraseando al economista escocés John Holloway, dice que "El poder no está en el Estado, el poder es el contrapoder, que es el poder que se construye al margen del Estado, aislado de la idea de tomarlo".
En diciembre de 2001 desafiaron el Estado de Sitio y se produjeron si no coordinadamente, por lo menos simultáneamente y con conocimiento de las acciones de los sectores marginados. Y así el impacto de las movilizaciones fue mayor. La gente no fue a pedir la libertad de ningún político, como aquel 17 de octubre, sino a exigir que se vayan todos. El poder no fue delegado, sino que fue ejercido directamente por los ciudadanos, incluidos y excluidos.
La Argentina, en palabras de Alain Touraine, necesita actos simbólicos, manifestaciones de voluntad colectiva y capacidad en el gobierno para imponer medidas favorables al pueblo, ya que una democracia no puede gobernar contra los ciudadanos.
A vos que te parece que nos pasa hoy?...
Más detalles de Sur, cacerolazos y, ¿después?
*Lic. Adrián Eduardo Duplatt
Licenciado en Comunicación Social - Prof. adjunto de las cátedras Comunicación Escrita III y Actualidad Informativa I - Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de la Patagonia - Comodoro Rivadavia - Chubut - Argentina
No hay comentarios:
Publicar un comentario